6/6/13

El teatro en México 1900-1990, una base de datos


La investigación documental en el teatro ha sido siempre un trabajo de forenses. Cuando la obra termina comienza el mito, que no es otra cosa que la recreación de los hechos basada en la percepción subjetiva y en uno que otro documento para dar verosimilitud al testimonio. Lo que tenemos como materia de trabajo son los despojos de un cadáver que, bien analizados, nos ayudan a conjeturar – nunca a saber– cómo fue en vida y cuáles eran las dolencias del occiso. Si como afirma Dubatti (2003)[1], el acontecimiento teatral es una “experiencia vital intransferible (no comunicable a quien no asiste al convivio)”, a lo más que aspira el investigador es a levantar un cementerio de guerra en donde antes hubo una fiesta ritual. Tal es el caso de esta obra: un recorrido colosal por el cementerio teatral del pasado siglo que, no obstante, en cada una de sus lápidas deja traslucir los nombres de una gloria pasada, a veces incluso de una existencia heroica. Este cementerio no distingue entre hijos pródigos y malditos, entre preseas de 24 kilates y flores marchitas de un día; es un camposanto con lápidas idénticas (en apariencia), alineadas con igual importancia unas detrás de otras; su trazo simétrico y escrupuloso es fruto de la democrática intención de no develar ni más ni menos cariño por alguno de los trece mil hijos del teatro que aquí yacen para su observación.
     La génesis de este proyecto se remonta al menos 20 años atrás cuando el Centro Nacional de investigación Teatral Rodolfo Usigli (CITRU) se dio a la tarea de recopilar y ordenar toda la información desprendida de la actividad teatral del siglo XX. Varias fueron las iniciativas y proyectos  que intentaron aglutinar la información y ofrecerla en formatos de fácil consulta y organización. Pero me detengo en uno de ellos: el Sistema de Información del Teatro en México (Sitmex), que tuve la oportunidad de diseñar conceptualmente, aunque después haya sido en parte responsable de su inconclusión. En resumidas cuentas, este proyecto se propuso la elaboración de seis bases de datos, a saber: Obras (fichas técnicas de las obras estrenadas a lo largo del siglo); Cronología, Diccionario, Imágenes, Bibliohemerografía y Documentos (una selección de artículos, ensayos, manifiestos aparecidos a lo largo del siglo), que debían integrarse en una sola red para permitir el mayor cruzamiento de información posible.
     En aquel entonces (estamos hablando de la mitad de los Noventa, cuando apenas se conocían los primeros Cd Rom´s y términos como hipertexto e interactividad todavía no formaban parte de nuestro vocabulario), Sitmex resultaba un proyecto hecho a la medida del recién inaugurado Centro Nacional de las Artes, que también nacía con la promesa de integrar la formación, la investigación y las nuevas tecnologías en un laboratorio de creación permanente. En ese contexto, el resultado natural de la investigación debía ser un Cd Rom en que el usuario navegaría a través de ligas e hipertextos por las seis bases de datos antes enunciadas. 
     Pero como ocurre en nuestra consabida historia de inauguraciones políticas de obras inacabadas, aquí las computadoras prometidas no llegaron a tiempo y el trabajo de captura y diseño se enfrentó a problemas técnicos inesperados (incompatibilidad de programas, escasez de programadores, interfaces poco amigables). Todo ello provocó que un proyecto de suyo complejo y ambicioso se fuese enredando en complicaciones que rebasaban la capacidad de resolución de los investigadores y se convirtiera en un problema institucional imposible de solucionar en aquel momento. El resultado: la generación de miles de registros que no pudieron integrarse en una red de información eficaz. El “sistema” se nos había caído. 
     Nos queda el consuelo de que cuando el trabajo es serio y tiene bases firmes, tarde o temprano sale a la superficie, tal como ha ido ocurriendo con cada una de las unidades de investigación componentes del Sistema.  En 2003 se presentó en forma autónoma un derivado de aquella Base de Imágenes del proyecto original, bajo el título Antología visual del teatro en México, recopilada por Leticia Rodríguez y Patricia Ruiz. Por mi parte, tomé como proyectos personales  las unidades de Diccionario y Cronología, y apenas en 2007 presenté el volumen Así pasan, Efemérides teatrales 1900-2000, que viene a ser el resultado impreso de lo que antes se pretendió una cronología en formato electrónico. Poco más tarde hice lo mismo con el llamado Diccionario histórico del teatro en México 1900-1950, que decidí subir por entregas a este mismo blog y que ahora se puede consultar íntegramente. 
     En esta ocasión es el turno de las Obras, reunidas aquí por la paciencia y el rigor de Antonio Escobar, quien a la par de desarrollar otras tareas de traducción e investigación para el CITRU, asumió como propia la responsabilidad de darle forma a este universo tan vasto y complejo. Parece mentira, pero diseñar una ficha de registro única para obras de teatro ha resultado sumamente complicado; la explicación es que las producciones teatrales de principios del siglo XX (cuando no existía en México el concepto de puesta en escena) establecen sus créditos en forma distinta a las producciones actuales. Cada obra presenta en su registro una problemática particular que ha obligado al investigador a resolver caso por caso para no caer en omisiones o malas interpretaciones. Pero de todo eso se irá dando cuenta el lector cuando decida acceder a este enorme mausoleo del teatro vigesimonónico.
     Sólo me resta desear que así como han ido revelándose autónomamente cada una de las unidades de aquel malogrado proyecto, algún día se consiga integrar una sola red de información que incorpore y amplíe las bases de datos originales. El proyecto sigue siendo ambicioso, pero ahora las condiciones técnicas y metodológicas podrían jugar a favor. Cuando en 1982 fue inaugurdo el CITRU se consideró como tarea prioritaria documentar los pasos del teatro mexicano. Con la conclusión de esta obra, a la que se suman otras de similar valor, la tarea está cerca de convertirse en misión cumplida, no porque el trabajo se haya agotado, sino porque ha llegado a un nivel de confiabilidad que ahora empuja otras prioridades, como es la de interpretar los datos y comenzar a profundizar en las partes cualitativas del estudio. Por lo pronto, el logro no es menor, y los retos futuros allí están para quien quiera abrir las tumbas y desenterrar los fósiles.

Escobar, Antonio, El teatro en México 1900-1990, Base de obras en Cd Rom; México, Citru-INBA, 2008. 


[1] Dubatti, Jorge, El convivio teatral, Buenos Aires, Ed. Atuel, 2003.

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